Yo no puedo saber lo que sintió Salman Rusdhie cuando se enteró de que el Ayatola Jomeini, que había puesto precio a su cabeza, había muerto...
¿Alivio? No lo creo. Ya qué siempre ha sabido que otros tomarían el relevo y la amenaza continúa.
No era una condena retórica. Durante años Carías me buscó intensamente. Y cuando varios miembros de su organización viajaron a España, camino de París para asistir a enésimo juicio de el Chacal, removieron cielo y tierra para encontrarme.
¿Alivio? No lo creo. Ya qué siempre ha sabido que otros tomarían el relevo y la amenaza continúa.
Pero Rusdhie nunca convivió con Jomeini.
Quizás esa sea la razón de este sabor amargo en la boca, y de esta confusa tristeza...
Quizás esa sea la razón de este sabor amargo en la boca, y de esta confusa tristeza...
Ayer, 28 de mayo, falleció en Caracas Alberto Carías Pedraza, "el Chino", uno de los personajes centrales de "El Palestino" y "Los hombres que susurran a las máquinas".
Antes que él fueron muriendo otros: Omar Medina, Eduardo Rozsa, el Coronal Afanador, el Comandante Gato... todos de muerte violenta. Pero el Chino falleció en la cama de un hospital.
La oposición venezolana lo celebra:"murió en el quirófano de un hospital de Caracas por una complicacion de la vesicula mientras lo operaban, no pudo resistir una intervención que se hizo sin recursos debido a la crisis hospitalaria, lo ha devorado la revolución, justicia poetica podrias decir!". Yo no puedo celebrarlo. No siento alegría, ni alivio... más bien una extraña tristeza.
Durante la investigación de "El Palestino", viví todo tipo de situaciones con el Chino. Desde Venezuela hasta Suecia... Me aceptó como un miembro más del Movimiento Revolucionario Tupac Amarú -Capítulo de Venezuela- que él lideraba, y fue un aval, dada su estrecha relación con Ilich Ramírez Sánchez -Carlos El Chacal-, que contribuyó a cimentar mi relación con el terrorista más sanguinario y famoso del siglo XX: Chacal.
El Chino me protegió cuando otro grupo armado bolivariano intentó secuestrarme en Maiquetía; me defendió cuando la policía venezolana estuvo a punto de detenerme, y hasta en dos ocasiones me introdujo en "el helicoide": la sede de la temible DISIP... Sin embargo cuando se publicó mi libro, que estoy seguro nunca llegó a leer, me condenó a muerte.
No era una condena retórica. Durante años Carías me buscó intensamente. Y cuando varios miembros de su organización viajaron a España, camino de París para asistir a enésimo juicio de el Chacal, removieron cielo y tierra para encontrarme.
Al menos en una ocasión escribió a Carlos el Chacal para anunciar que ya me tenían localizado, pero se equivocaba. Obviamente, y a pesar de su frustración, no conocían mi identidad real, así que, ante los medios que lo entrevistaban frecuentemente Carías siempre optó por atribuirme todo tipo de identidades que pudiesen justificar lo injustificable: que si era un agente de la CIA, que si un operativo del MOSAD, que si un policía español a sueldo de la oposición antichavista...
No es el único que intentaba matarme. Ni el más peligroso. Otros, antes que él, me conderaron a muerte e incluso llegarón a confesarme como habían intentado ejecutar esa condena, por el único delito de ejercer el periodismo: (http://loshombresquesusurranalasmaquinas.blogspot.com.es/2015/09/entrevista-mi-asesino.html)
Pero el odio no es reciproco. Al contrario. Hoy solo puedo desear que haya encontrado la paz que nunca tuvo en una vida llena de violencia. Y recordarlo como lo recordaba en 2010, cuando escribía sobre él, con toda la objetividad de que era capaz, antes de que llegase su condena a muerte:
(Tomado de "El Palestino"): "Uno de los líderes más conocidos del 23 de
Enero, aunque no vive en la parroquia, es el tupamaro Alberto Carías Pedraza,
alias Comandante Chino. Confieso que
en cuanto me lo presentaron, sus pequeños ojos negros, sus manos grandes y
fuertes y un número 666, el símbolo del diablo, tatuado en su cuello no me
dieron muy buena espina. Sin embargo, yo debí de caerle simpático, porque desde
el primer día Comandante Chino se convirtió en mi «padrino», mi camarada y mi
protector en Caracas.
El Chino es un tipo peligroso. No tiene
miedo a morir, pero lo malo es que tampoco tiene miedo a matar. Cuando estreché
su mano por primera vez, una mano acostumbrada a empuñar un fusil, tenía
cincuenta y un años, de los cuales había pasado casi cuarenta en la lucha
armada. Espaldas anchas, fuertes, pero también llenas de cicatrices por la
lucha en las montañas de media Venezuela, Nicaragua, El Salvador, etcétera, y
por las torturas en las cárceles de la policía venezolana, anterior al triunfo
de Chávez.
La experiencia del Chino en los calabozos de
la DISIP o de la PJ podría dar para más de un guión cinematográfico. Lo han
sometido a electroshock, le han congelado el cuerpo, le arrancaron las uñas...
incluso le rompieron la rodilla con la culata de un fusil, en sus tiempos de
rebelde estudiante universitario. Una lesión que le pasaría factura años
después, teniendo que solicitar al FUS los fondos para operársela.
El Chino se bautizó en la lucha armada a los
doce años, y desde entonces no paró: «Me crió mi abuela, que ya venía del
Partido Comunista de Venezuela. Ella creó las primeras células de la guerrilla
urbana en Caracas. Mi abuela, la madre de la mujer de mi padre, me fue
inculcando amor hacia el pueblo, la solidaridad, el ser un hombre noble,
honesto, y sobre todo trabajador. Trabajo desde que tenía dieciséis años. A los
doce años, un primo mío se incorpora a Bandera Roja, en ese momento un partido
en armas, que enfrenta las políticas hambriadoras de los gobiernos de turno. Y
ese carajo me incorpora justo cuando matan a Tito González Heredia, un
guerrillero legendario venezolano, que fundó Bandera Roja... Justo en ese
momento me incorporan y me plantean que había una actividad que no podían hacer
ellos. Tenía que ser un niño porque había que entrar por un lugar pequeño.
Había que poner una bomba en una iglesia católica, en el centro de la ciudad.
Me dan el explosivo, y claro, inexperto, lo coloqué mal y la bomba estalló
antes de tiempo. Me aturdió y fui capturado. Me agarró la Policía
Metropolitana, de allí me pasaron a la DISIP y duré ocho días en los
calabozos...»
Cuando conocí al Chino en 2006, era el
director nacional de ideología del Movimiento Túpac Amaru en Venezuela y
responsable de su aparato militar. Pero al mismo tiempo, y esto fue lo que me
asombró más, era el subsecretario de Seguridad Ciudadana de Caracas. De hecho,
de su mano yo visitaría dos veces el edificio de la DISIP, recibiría adiestramiento
paramilitar, participaría en la grabación de comunicados «terroristas», y sería
testigo de acontecimientos históricos, en primera persona. Pero aquel día
estaba allí con mi cobertura de luchador social palestino, y colaborador de los
medios árabe-venezolanos. Y el Chino Carías me adoptó como si fuese su hijo, y
no tuvo problema en responder ante mi micrófono a todo lo que le preguntaba.
Como corresponsal de los medios alternativos bolivarianos y árabe-venezolanos,
se me consideraba un aliado. Esto es solo un resumen:
—La primera vez con doce años, pero no fue
esa la única vez que te detuvieron...
—No, tengo como veintiséis entradas en los
cuerpos represivos del estado. En la mayoría de ellas, no estaba involucrado en
nada, sino que aquí antes te metían preso y luego «investigaban». Yo vivía en
el 23 de Enero y si mataban a un policía, venían a por el Chino Carías. Yo
salía de la cárcel, mataban a otro policía y ya me buscaban. O sea, fueron
creando como un historial falso sobre mi actividad revolucionaria. Tengo ocho
entradas por asesinatos de policías, de las cuales no he participado sino en
una, por la cual duré dos años en el cuartel San Carlos. El resto han sido
montajes. No tenían a quién meterle el expediente y me lo endosaban a mí.
Así, con toda la naturalidad del mundo, Alberto Carías acababa de
reconocer que había participado en el asesinato de un policía venezolano... Más
tarde me confesaría con la misma naturalidad su participación en otros ajusticiamientos,
ya como líder tupamaro. De hecho los Tupamaros, como otros grupos armados
bolivarianos, se ganaron el respeto del pueblo venezolano ejecutando
sumariamente a sospechosos de narcotráfico, violaciones, etcétera, en barrios
como el 23 de Enero. Justicia popular lo llamaban...
Torturado tanto en las celdas de la DISIP como de la DIM (Dirección de
Inteligencia Militar), probablemente aquellos tormentos modelaron la
personalidad del Carias adulto:
—... tienen un sillón, como este, donde tiene dos
apoyabrazos. Te amarran los brazos, el cuerpo y los pies desnudos. Buscan dos
cables y los pegan a un teléfono que es una bobina, y cada número que marcan te
pega una descarga eléctrica. Entonces te la ponen en la lengua, en los
testículos, en los dedos de los pies. Luego de eso, en esa misma silla, te
sacan las uñas con unos alicates... Lo viví yo. A mí me sacaron las uñas del
pie, sentado así. El capitán Viloria me dio con una mandarria (martillo) y me
fracturó dos dedos. Y me jodió hasta el médico que me atendió, porque allí, en
plena sala de tortura a mí me da un preinfarto. Yo acababa de cumplir dieciocho
años, pero ya los tipos me tenían enfilado. Y cuando me sacaron las uñas me
llevan al hospital militar y el médico me pregunta que quién me torturó de esa
manera, yo le digo que el capitán Viloria y el carajo me partió la nariz y me
dijo: «Yo también soy militar, tú no puedes decir eso.» Y me presentaron a la
prensa, con los dedos enyesados, la nariz enyesada y la cara destrozada...
—¿Y
así empezó tu carrera en la guerrilla?
—A raíz de ahí nosotros nos levantamos en
armas contra la política de turno. Política que tenía como objetivo llenar de
hambre, de miseria, de represión a este pueblo. A un pueblo indígena. Eran los
mismos que quisieron callar a Guaicaipuro, al indio Tequendama, a los indígenas
originarios que se levantaron contra el imperio español en su momento. Nosotros
nos alzamos en armas contra ese gobierno que era financiado y dirigido por el
imperialismo norteamericano. Inicialmente comenzamos la lucha urbana aquí en
Caracas. Luego estuvimos en el interior del país, donde fundamos el Frente
Guerrillero Américo Silva, con alguno de los cargos claves dentro del proceso
revolucionario actual, como Juan Barreto o el diputado Brito, con quienes viajamos
a Centroamérica, en solidaridad con esos pueblos hermanos, a Nicaragua, El
Salvador... dando apoyo a Radio Rebelde, que se transmitía desde las montañas
de Tegucigalpa, mientras el imperialismo bombardeaba las antenas de esa radio.
Y dos días después nosotros las estábamos instalando. Han sido cuarenta años
largos de lucha, donde uno ha sido torturado, vejado...
—¿Y
cómo pasas de las guerrilla de Centroamérica a la Revolución Bolivariana en
Venezuela?
—En el año 85 contactamos con unos militares
venezolanos, que habían despertado ante tanta miseria, ante tanta represión,
torturas, asesinatos, desapariciones... Y estos militares nos informan a
nosotros de que hay una rebelión interna en las fuerzas armadas, y que ellos
crearon el movimiento bolivariano MBR200,
y que se hacía necesaria una alianza entre los militares y nosotros los civiles
alzados en armas. Se comienza a planificar la insurgencia cívico-militar del
año 92. A mí me contacta el teniente Lucho, el teniente Gato, que Dios lo debe
de tener entre sus brazos, porque murió en combate, en el 92. Aquello no fue
una intentona de golpe, eso es mentira. Nosotros simplemente asumimos la
Constitución, asumimos la defensa de la Patria, la República. Insurgimos, como
un solo ejército, como un solo pueblo cívico-militar, para derrotar al
partidismo, la burocracia, las desapariciones y los asesinatos. Insurgimos en
función de eso. Para enfrentar al enemigo histórico del pueblo venezolano.
Tras su paso por
Bandera Roja llegó el momento de fundar los Tupamaros...
—Salí de Bandera Roja porque empezaba a dar
un giro hacia la derecha, a vincularse con los enemigos del pueblo, con AD,
Copei, los que nos torturaron, los que mataron a los fundadores de Bandera
Roja, a Tito González Heredia, a Américo Silva, a Jorge Rodríguez, a Jesús
Márquez Finol (Motilón), héroes
revolucionarios. En 1982 nosotros nos retiramos de Bandera Roja y creamos el
Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. Nos alzamos en armas contra esos
gobiernos de turno, y comenzamos un proceso de saneamiento social. De ejecutar,
mediante operaciones encubiertas, a narcotraficantes, a violadores, asesinos de
niños y ancianas... Esos sujetos, mal vivientes, eran ejecutados por el
Movimiento Tupamaro. Luego, en el año 2004, se hace un pleno nacional para
legalizarnos, porque ya no había la necesidad de mantenerse en la
clandestinidad, pero con la condición de que no se iban a entregar las armas,
que quedarían en poder nuestro. Y yo, como director nacional de ideología,
legalizo el movimiento como partido político electoral. Pero ocurre lo mismo
que cuando legalizamos el partido y te abres: llegan los aventureros para
intentar tomar posiciones dentro del partido, como una franquicia, para vender
el nombre. Y por eso el año pasado, un grupo de combatientes decidimos separarnos
del partido político electorero, y recuperar el nombre que tenemos en Perú,
Uruguay, Argentina, etcétera. El Movimiento Túpac Amaru MRTA, del cual yo soy
secretario general y en este momento responsable del aparato militar.
Una de las cosas
más extraordinarias del Chino, es que ha estado metido en todos los conflictos
armados, broncas y kilombos que se hayan podido producir en Venezuela durante
el último medio siglo. Y en todos ha tenido un papel protagonista. Incluyendo
el golpe de estado contra Chávez el 11 de abril de 2002. Ese día los
movimientos armados bolivarianos sacaron sus armas y sus máscaras a la calle,
para recuperar a plomo los edificios oficiales tomados por los golpistas.
Paradójicamente, Carías recuperó la DISIP donde había sido torturado tantas
veces:
—... me llama un compañero y me dice que la DISIP estaba
tomada por un grupo de golpistas, que necesitan veinte combatientes, y yo le
digo que nosotros, el Movimiento Túpac Amaru, no tenemos veinte, pero que no se
trata de cantidad sino de calidad de los hombres, y le decimos que le podemos
dar diez combatientes. Efectivamente avanzamos al edificio de la DISIP y
tardamos como cinco horas, a sangre y fuego, en recuperar la DISIP, desde
Prevención Uno, hasta la Dirección General, que queda en la cúpula. Aclararemos
que antes la DISIP fue el órgano más represor, pero ahorita la DISIP es un
órgano de inteligencia del estado, no es una policía. Y está dirigido por
revolucionarios...
Como ya dije, hasta en dos ocasiones, y de
la mano de Comandante Chino, yo visitaría la dirección general de la DISIP, en
la última planta del emblemático helicoide de Caracas, durante esta
infiltración. La primera de ellas poco después de realizarse esta entrevista. A
pocas semanas de las elecciones generales, la tensión se notaba en el ambiente.
Chávez había sabido utilizar la nutrida historia de las ingerencias
norteamericanas en América Latina para insuflar el temor a una permanente
amenaza de invasión yanqui. Y el Chino Carías no tenía el menor pudor ni recato
al advertir a los norteamericanos:
—...
hay que tener las armas pulidas y guardadas... y bien engrasadas. Nosotros, por
ejemplo, le podemos decir al Imperio que no se equivoque con Venezuela. Aquí
nosotros les vamos a dar la lucha cuerpo a cuerpo. En los caseríos, en los
barrios, en los bloques, en las cloacas. Por donde intente penetrar el Imperio,
ahí estarán los combatientes. Con sus armas, con su ideología, con su moral.
Dispuestos a enfrentar esa cobardía invasora norteamericana. Y no solamente en
Venezuela. Nosotros activaremos nuestras células y nuestros combatientes en
todo el continente, y atacaremos objetivos militares y económicos del Imperio
en América y en Europa. Nosotros no vamos a permitir que ellos vengan,
penetren, violen la soberanía nacional y monten una dictadura burguesa en
Venezuela. Patria o muerte. Evidentemente que necesario va a ser vencer. Ante
eso, o hay patria para todos, o no habrá para ninguno porque esto va a arder
como un polvorín. Y sobre las cenizas de ese polvorín construiremos una patria
nueva para todos...".
Antonio Salas
Antonio Salas
Hola marwan es ismar te puedes comunicar conmigo, no se si me recuerdas mi correo es ayllen85@gmail.com
ResponderEliminarAdmiro su valentía y valioso trabajo, he orado o Dios a través de Jesucristo nuestro Señor, para que le guarde usted y a su familia.
ResponderEliminarDe los pacificador es el reino de los cielos, ellos serán llamados hijos de Dios.